Las preguntas más recurrentes respecto al origen de la humanidad son saber cómo, dónde, y cuándo, responderlas ha sido motivo de muchas disertaciones:
Según lo recientes estudios por parte de los paleantropólogos; los hominoides abarcan, junto con mi nombre, a los antropoides como el chimpancé, el gorila y el orangután. Estos conforman un curul y se llaman los monos del viejo mundo (catarrinos), entre los que también se encuentran los simios actualmente vivientes. Los monos del viejo mundo se agrupan con los monos el nuevo mundo (platirrrinos) que a su vez conforman un solo grupo se llaman los primates. Pero la dificultades que han encontrado, es el poder relacionarnos sí; la tarea de construir un árbol filogenético. Lo mismo sucede con los homínidos (restos fósiles). Sin embargo los intentos, por algún día reconstruir este árbol, no se termina.[1]
Noviembre de 1924. M. Bruyn, un trabajador de la cantera de Buxton, cerca de la localidad de Taung, en Sudáfrica, extrajo los restos de un cráneo que llamó su atención. El molde endocraneal petrificado era de un tamaño mucho mayor que el de los babuinos que solían aparecer en la cantera. El resto acabó siendo examinado por Raymond Dart, profesor de anatomía de la universidad de Witwatersrand, quien, después de varios estudios, concluyó que se trataba de «eslabón perdido» del hombre y los simios, le llamo tralopithecus (el mono del sur). El niño de Taung, como se les conoce, mostraba una mezcla de caracteres humanos y de chimpancé. Humanos eran: los caninos pequeños, el perfil facial, y lo que Dart supuso que era un sulocus lunatus en posición posterior inferior, como en el hombre. Por otra parte, de chimpancé era: el gran tamaño de los molares permanentes y la pequeña capacidad craneal (440 cm3) para la edad dental que se le suponía.
Este espécimen fue el primer fósil descubierto de Australopithecus Africanus es entonces se han encontrado muchos más restos en la zona oriental del continente y en África del sur. Cronológicamente pueden distinguirse dos grupos puntos el más antiguo (4-2 millones de años) y posterior (5,5 millones), estos se debe a un cambio climático al que no sobreviviría.
Australopithecus eran bípedos de 1,20 a 1,50 metros de estatura, más encefalizados que el chimpancé, y en general, con caracteres intermedios entre los póngidos y los humanos. Tenían gran facilidad para saltar, que valentía un chimpancé actual, así como para trepar a los árboles, sujetándose fuertemente al tronco con el dedo interno de los pies. Las piernas eran cortas, por lo que no eran tan eficientes en tierra como en los árboles. Vivió en un mosaico de bosque galería, con lagos intermedios y también en hábitats más abiertos.
En 1978, la arqueóloga Mary Leakey escavó en Laeeroli (Tanzania) datada en 3,6 millones de años de tres individuos bípedos que caminaban por la sabana abierta. Las pisadas han quedado fijadas en el barro volcánico por una combinación de acontecimientos: una erupción volcánica, una lluvia torrencial y nueva lluvias de cenizas, que han servido para la datación.
Estos descubrimientos, se entrelazan para formar una sola teoría: el Australopithecus es el autentico «eslabón perdido» del siglo XIX el cual evolucionó, sin embargo es preciso recordar que entre la separación entre el Australopithecus y el chimpancé hay unos cuatro millones de años, u gran lapso de tiempo, casi el mismo que entre los Australopithecus y nosotros, los humanos actuales.[2]
Siguiendo esta misma teoría, iluminó las recientes disertaciones sobre la transición evolutiva entre los humanos sapiens arcaicos y los actuales. Por tanto, la hipótesis desde África sostiene que la humanidad actual surgió en el continente africano, de donde se expandió a través de Oriente Medio y al resto del mundo, sustituyendo a los sapiens arcaicos en todas partes. Esta teoría fue llamada como continuidad regional y está apoyada por estudios moleculares (ADN Mitocondrial) y el registro fósil del Australopithecus. Hasta el momento es la teoría más sustentable.[3]