lunes, 16 de noviembre de 2009

El origen del hombre desde la paleontología: según el AUSTRALOPITHECUS S (el mono del sur)...

Las preguntas más recurrentes respecto al origen de la humanidad son saber cómo, dónde, y cuándo, responderlas ha sido motivo de muchas disertaciones:

Según lo recientes estudios por parte de los paleantropólogos; los hominoides abarcan, junto con mi nombre, a los antropoides como el chimpancé, el gorila y el orangután. Estos conforman un curul y se llaman los monos del viejo mundo (catarrinos), entre los que también se encuentran los simios actualmente vivientes. Los monos del viejo mundo se agrupan con los monos el nuevo mundo (platirrrinos) que a su vez conforman un solo grupo se llaman los primates. Pero la dificultades que han encontrado, es el poder relacionarnos sí; la tarea de construir un árbol filogenético. Lo mismo sucede con los homínidos (restos fósiles). Sin embargo los intentos, por algún día reconstruir este árbol, no se termina.[1]

Noviembre de 1924. M. Bruyn, un trabajador de la cantera de Buxton, cerca de la localidad de Taung, en Sudáfrica, extrajo los restos de un cráneo que llamó su atención. El molde endocraneal petrificado era de un tamaño mucho mayor que el de los babuinos que solían aparecer en la cantera. El resto acabó siendo examinado por Raymond Dart, profesor de anatomía de la universidad de Witwatersrand, quien, después de varios estudios, concluyó que se trataba de «eslabón perdido» del hombre y los simios, le llamo tralopithecus (el mono del sur). El niño de Taung, como se les conoce, mostraba una mezcla de caracteres humanos y de chimpancé. Humanos eran: los caninos pequeños, el perfil facial, y lo que Dart supuso que era un sulocus lunatus en posición posterior inferior, como en el hombre. Por otra parte, de chimpancé era: el gran tamaño de los molares permanentes y la pequeña capacidad craneal (440 cm3) para la edad dental que se le suponía.

Este espécimen fue el primer fósil descubierto de Australopithecus Africanus es entonces se han encontrado muchos más restos en la zona oriental del continente y en África del sur. Cronológicamente pueden distinguirse dos grupos puntos el más antiguo (4-2 millones de años) y posterior (5,5 millones), estos se debe a un cambio climático al que no sobreviviría.

Australopithecus eran bípedos de 1,20 a 1,50 metros de estatura, más encefalizados que el chimpancé, y en general, con caracteres intermedios entre los póngidos y los humanos. Tenían gran facilidad para saltar, que valentía un chimpancé actual, así como para trepar a los árboles, sujetándose fuertemente al tronco con el dedo interno de los pies. Las piernas eran cortas, por lo que no eran tan eficientes en tierra como en los árboles. Vivió en un mosaico de bosque galería, con lagos intermedios y también en hábitats más abiertos.

En 1978, la arqueóloga Mary Leakey escavó en Laeeroli (Tanzania) datada en 3,6 millones de años de tres individuos bípedos que caminaban por la sabana abierta. Las pisadas han quedado fijadas en el barro volcánico por una combinación de acontecimientos: una erupción volcánica, una lluvia torrencial y nueva lluvias de cenizas, que han servido para la datación.

Estos descubrimientos, se entrelazan para formar una sola teoría: el Australopithecus es el autentico «eslabón perdido» del siglo XIX el cual evolucionó, sin embargo es preciso recordar que entre la separación entre el Australopithecus  y el chimpancé hay unos cuatro millones de años, u gran lapso de tiempo, casi el mismo que entre los Australopithecus  y nosotros, los humanos actuales.[2]

Siguiendo esta misma teoría, iluminó las recientes disertaciones sobre la transición evolutiva entre los humanos sapiens arcaicos y los actuales. Por tanto, la hipótesis desde África sostiene que la humanidad actual surgió en el continente africano, de donde se expandió a través de Oriente Medio y al resto del mundo, sustituyendo a los sapiens arcaicos en todas partes. Esta teoría fue llamada como continuidad regional y está apoyada por estudios moleculares (ADN Mitocondrial) y el registro fósil del Australopithecus. Hasta el momento es la teoría más sustentable.[3]


[1] Cfr., Mariano Artiagas, Fronteras del evolucionismo, EUNSA, Pamplona 2004, pp. 136.

[2] Cfr., Mariano Artiagas- Daniel Turbón, Origen del hombre: ciencia, Filosofía y Religión, EUNSA, Navarra 2007, pp.41-58.

[3] Cfr. Ibíd., pp, 61-63.

Evolución por AZAR o por NECESIDAD

Se desconoce la razón por la cual las primeras moléculas se unieron en aquella sopa primigenia para transformarse en proteínas, y dar origen a la vida. Una vez generadas estas proteínas se desarrollaron genes y cromosomas capaces de almacenar y transmitir información, y nuevamente una lucha por la supervivencia hará intervenir distintos factores. La pregunta que se plantea en este apartado es ¿estas primeras asociaciones de moléculas, así como la constante lucha por la supervivencia, tienen fundamentos en el azar o la necesidad en estos fenómenos?

Para los biólogos la evolución puede referirse a un proceso o principio de organización, que va de lo simple a lo complejo. En estos procesos intervienen distintos factores que pueden ser organizados, como la selección natural y la supervivencia del más fuerte, donde la interacción del ser vivo con el ambiente obliga a los seres a cambiar-mutar, esto es, a evolucionar de forma necesaria. O por el contrario, dentro de los seres, y en el intercambio genético se desarrolla eventos aleatorios que ocurren sin una aparente finalidad, pero que generan cambios donde los mejor favorecidos sobreviven. En pocas palabras, la evolución puede comprenderse como necesaria, en este caso el ambiente obliga los cambios, o azarosa, los intercambios genéticos internos generan mutaciones azarosas.

En estos principios se encuentran dos teorías en contraposición. La clásica teoría Darwiniana que supone la supervivencia del más apto, donde triunfan las variaciones que capacitan mejor a un organismo para sobrevivir en el ambiente sobre organismos menos adaptados. Y una teoría más actual de un genético de poblaciones llamado Motoo Kimura, que sostiene la teoría neutral de la evolución,[1] la cual afirma que la gran mayoría de los cambios evolutivos a nivel molecular son causados por la fijación aleatoria de alelos selectivamente neutrales, dando se la supervivencia del más afortunado, negando la teoría darwiniana que sostiene la supervivencia del más fuerte. Aquella teoría sustenta en la necesidad, la teoría de Kimura en el azar genético. A continuación un cuadro comparativo de ambas teorías:

Darwin. Selección Natural

Kimura. Teoría Neutral de la Evolución.

La ley de la evolución es la supervivencia de los más aptos.

La ley evolutiva es la supervivencia de los más afortunados.

Lo importante es la competición.

El azar es más importante que la fuerza, lo esencial no es la competición sino el azar.

La selección natural es individual. El individuo mejor adaptado sobrevivía y daba origen incluso a una nueva especie.

La selección natural no se realiza entre individuos, sino entre grupos. La supervivencia de los mas afortunados es colectiva.

La presión favorece la aparición de nuevas especies. Cuando existe una presión fuerte cada especie permanece como es; no puede evolucionar porque el costo biológico de innovación es muy fuerte.

La libertad favorece la aparición de nuevas especies, cuando no hay presión la diversificación es mayor.

La teoría se estructura desde el fenotipo

La teoría se estructura desde los genotipos.



[1] «Kimura (1968) y King y Jukes (1969) desarrollaron la teoría neutral de la evolución molecular, pasando de una interpretación seleccionista de la evolución a una donde la mayor parte del cambio en las secuencias era no adaptativo y debido a la mutación. La probabilidad de reemplazo de un nucleótido por otro en una secuencia solo dependería de la tasa de mutación, jugando la selección un papel minoritario y reservado a la eliminación de las variantes deletéreas» Perfectti, F., Picó, F. X., Gómez, J. M., «La huella genética de la selección natural», en Ecosistemas, revista científica y técnica de ecología y medio ambiente 18-1 (2009), p. 11.

 

Teorías del origen del hombre. Evolución y Cristianismo


Desde las teorías evolucionistas que surgen en el siglo XIX, uno de los problemas planteados es la existencia de un plan que dirija toda la evolución hacia un fin. Quizás la cuestión surge desde el darwinismo cuando explica que la evolución se origina mediante la combinación de mutaciones al azar y selección natural, al azar en el sentido de casualidad y no finalidad o plan. Por lo que cabe escudriñar, de ser posible, la relación entre la finalidad de la evolución y la existencia de un Dios creador personalista que utiliza la evolución como camino para traer  a la existencia a los diferentes seres.

La línea científica que defiende la cuestión azarosa en la evolución nos dice:

  • ü  Darwin, Charles Robert en su obra Sobre el origen de las especies propuso, que las especies no son inmutables, pues evolucionan con el tiempo y descienden unas de otras y, por tanto, la principal causa de la evolución es la llamada selección natural, es decir, la supervivencia de los mejores adaptados.[1]
  • ü  Jacques Monod Premio nobel por sus estudios en bioquímica (1970), defiende que: la evolución es el resultado de la combinación de dos factores dispares: de los cambios en el material genético que sucede al azar y la selección natural, que es el filtro que solo deja pasar a los organismos mejor adaptados: sólo estos pueden crear  complejidad, organización y adaptación a las diferentes circunstancias.
  • ü  Christian de Duve recibió premio nobel (1974) por sus descubrimientos sobre la organización interior de las células. Siguiendo la postura darwinista, Duve dice que el azar opera dentro de un conjunto de condiciones que le pone límites, y añade, el éxito del juego evolutivo, hasta qué punto se halla escrito en la fabrica del Universo; porque si Einstein dijo «Dios no juega a los dados» abría que responderle: «sí juega, porque sabe que va a ganar». Este comentario, se abre la posición de Duve, quien desde el punto de vista científico, defiende que la evolución es compatible al plan divino.
  • ü  Cralo Rubbia, Premio Nobel de Física (1984), también está encentra respecto al origen al azar. Rubbia declara que el origen no puede ser consecuencia de casualidad, pues difícil de creer que todos los fenómenos que suceden en la naturaleza tengan engranajes tan perfectos, por tanto, es evidente que hay algo o alguien haciendo las cosas tan como son.

Desde estas pautas más casualistas, Mariano Artiagas afirma que «los efectos de esa presencia (causa), pero no la presencia misma […] es el punto en el que la ciencia se acerca, a lo que yo llamo religión, sin que me este refiriendo a una religión en particular».[2] Desde esta perspectiva, la cosmovisión científica actual, nos ofrece una nueva comprensión de los caminos seguidos de la evolución, ya que completa la explicación clásica de la  evolución con la teoría de la autoorganización.

La teoría de la autoorganización deja al descubierto que Dios puede ser la causa de la organización, es decir para producir el proceso  de la evolución. Con esta teoría también ayudó a distinguir que: todo  tiene una causa, pero que muchas veces, cuando se juntan, las causas  son independientes, a esto se le llama el azar: a la concurrencia de líneas independientes. A manera de conclusión, no se puede determinar que el sentido azaroso con el que surgió el evolucionismo, no deje un espacio al plan divino.

Es así como surgió la historia del evolucionismo y el cristianismo. En el siglo XIX, tras haberse publicado la obra Darwiniana Sobre el origen de las especies en 1859, y a pesar de haber varios autores cristianos, como George Mivart que rotundamente no estaban en desacuerdo en sus especificaciones sobre la selección natural, los miembros del Vaticano nunca condenaron de manera escrita el evolucionismo. Por el contrario, Un dominico Dalmace Lerroy y un sacerdote americano. John Zahm, publicaron libros que intentaban compatibilizar el cristianismo y el evolucionismo.

Con el paso del tiempo, en 1948 la Pontificia Comisión Bíblica y aprobada por el papa PíoXII, enviaron una carta a los obispos de París, advirtiendo tener cuidado en la interpretación literal del libro del Génesis, pues este escrito usaba un lenguaje simple y figurado, sobre todo por la teoría monogenista (Origen de la vida por los primeros padres: Adán y Eva) que posteriormente fue especificada como ADN Mitocondrial (Teoría Norteamericana en1987, que sostiene que una sola mujer había originado la espacie humana. Esta era en África hace unos 200.00 años, públicamente conocida como la Eva negra).[3] Será en 1950 cuando  publica en la encíclica Humani generis en el que clarifica la postura del magisterio como compatibilidad entre evolucionismo y el cristianismo, y a la vez, la prudencia que exige este tema.

Más reciente mente, Benedicto XVI en 1981 (el entonces arzobispo de Munich, cardenal Ratzinger), en su escrito Creación y pecado,[4] referente al tema a los primeros capítulos del Génesis, puntualiza que actualmente debe ser claro que la pregunta no es creación o evolución, sino creación y evolución, pues son cosas distintas; una trata sobre la historia del barro y otra sobre el aliento de Dios. Por tanto, son argumentos que se complementan y no se excluyen completamente.[5]



[1]  Ricardo Joancomartí «Darwin, Charles Robert», en Carlos Gispert, Diccionario de biografías, OCEANO, Barcelona 2000, p.257.

[2] Mariano Artiagas-Daniel Turbón, Origen del hombre: ciencia, Filosofía y Religión, EUNSA, Navarra 2007, p.92

[3] Mariano Artiagas-Daniel Turbón, Origen del hombre: ciencia, Filosofía y Religión, EUNSA, Navarra 2007, pp.64-66.

[4] Cfr. J. Ratzinger, Creación y pecado, EUNSA, Pamplona 2005, p. 75.

[5] Cfr. Mariano Artiagas-Daniel Turbón, Origen del hombre: ciencia, Filosofía y Religión, EUNSA, Navarra 2007.

Origen y evolución del tejido pensante (ser humano)

Algunos autores afirman que el culmen de toda esta evolución vegetal y animal es la especie Homo sapiens sapiens. Dentro de lo que llaman capa viviente de la tierra, el tejido pensante es la cúspide de la evolución conocida hasta ahora.

El estudio de los orígenes del ser humano se ha basado, por mucho tiempo, en el estudio de los restos fósiles. Esta ciencia ha tomado el nombre de paleoantropología. Según esta los antepasados de la raza humana actual poblaron la tierra hace unos seis millones de años, con características especiales: caminar erguido y desarrollo de habilidades manuales, entre otras.

Siguiendo a Artigas los ancestros del ser humano actual del homo sapiens sapiens son:

los australopitecus africanos (entre 4.5 y 2 millones de años), seguidos del Homo habilis (desde 2,3 a 1,5 millones de años), el Homo erectus (se habla también de Homo ergester, entre dos y un millón de años, en África, y de Homo erectus en Asia), y las diversidades de Homo sapiens […] así, según la biología molecular, el supuesto antecesor común de chimpancés y humanos se situaría entre hace 5 y 6 millones de años, mucho más recientemente de la estimación anterior que se remonta a unos 20 millones de años. Se estima probablemente que el linaje de ese anteceso común ya se había separado del de los gorilas.[1]

En cuanto a la época más reciente, parece que, desde ha unos 30.000 años, sólo permaneció el hombre moderno actual, aunque coexistiera, durante miles de años, con otros tipos humanos ancestrales (como el hombre de Neanderthal). No existen unanimidad sobre el origen de los diferentes grupos que existen en la actualidad. En medio de muchas incertidumbres, suele afirmarse que la humanidad actual procede de unos antepasados relativamente reciente que aparecieron en África o, tal vez, en Oriente Medio, y que se extendieron por toda la tierra.[2]


El llamado australopitecus fue de los primeros bípedos, sin frente y con un cerebro tres veces más pequeño que el actual, desarrollaron herramientas hechas de piedra, huesos, dientes y cuernos. Contemporáneo al australopitecus aparecería el homo habilis, primer representante del género homo, en un ambiente donde la deforestación incita a cambiar habilidades, ya no eran trepadores sino grandes caminantes de estepas llenas de depredadores. Posteriormente aparece el homo erectus cuyos restos hallados en China, alrededor de fogatas, demuestran que su volumen endocerebral era igual al nuestro, y que la pelvis de la mujer había aumentado de tamaño para poder dar a luz individuos con cerebros de mayor tamaño.

La conciencia de muerte y práctica de rituales sagrados aparecerían con el hombre de Neandertal. El homo previo a la aparición del actual homo sapiens sapiens, con un cerebro mucho más complejo que requiere más etapas de desarrollo.

PODCAST Enredo Genealógico (UNAM)


[1] Mariano Artigas, Ciencia, razón y fe, EUNSA, Navarra 2004, p. 95.

[2] Ibid, p. 96.

Origen y evolución de la vida

Parte 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 


El inicio del universo, según la opinión de la mayoría de los científicos actuales, fue el Bing Bang, acontecido hace 15 mil millones de años a 50 000 años luz de nuestra galaxia llamada Vía Láctea.[1] A raíz de este fenómeno se formó la tierra, ésta comenzó como una nebulosa concentrada de partículas que comenzaron a girar integrando una masa caliente, al igual que los demás planetas.[2] Un interés común de la humanidad es descubrir y comprender su propia existencia, y uno de los caminos para ello es la búsqueda del origen de la vida y de la evolución de la misma, dos fenómenos íntimamente relacionados e implicados.

Para responder a esta inquietud es necesario partir de una definición o caracterización de ser vivo, un problema bastante complejo en sí. Para ello nos sujetamos a la opinión más aceptada entre los científicos para definir a un viviente como integrante de «toda población cuyos miembros poseen la propiedad de multiplicación, heredabilidad y variabilidad»[3].

Se afirma que el último antepasado común de los vivientes existió en el agua, incapaz de realizar procesos químicos de oxidación simplemente porque no existía el oxígeno necesario para ello. Al respecto existen dos teorías, el génesis de la vida en aguas templadas, en caso de ser un organismo fotosintético, o probablemente fue un organismo capaz de convertir azúcar en alcohol o ácido láctico que vivió en aguas cálidas y profundas[4]. Es importante tener claro que la actual atmósfera es producto de la fotosíntesis biótica, y que los primeros seres vivientes no interactuaron con una atmósfera compuesta de oxígeno como la conocemos ahora.

Para ambos ambientes, tanto de aguas templadas o cálidas, eran necesarias condiciones climáticas estables. La vida surgiría entonces como producto de la generación de aminoácidos (las proteínas son de los aminoácidos más comunes), de sistemas polimoleculares y otros materiales orgánicos que, por una serie de cambios, formarían bacterias primitivas:

Este tipo de sistemas polimoleculares probablemente se formaban gracias a las decantaciones e hidrataciones sucesivas que ocurrían en las playas, de donde eventualmente eran arrojados al mar, en el que podían seguir absorbiendo material orgánico y acumularlo en grandes concentraciones en su interior. De esta manera, aunque originalmente estuviesen formados por compuestos relativamente sencillos, el intercambio de materia y energía en el medio ambiente permitía la síntesis, en el interior de estos microsistemas, de moléculas aún más complejas.[5]

La importancia de estas bacterias primitivas radica en la posibilidad de reproducir secuencias de proteínas, ancestros de los actuales códigos genéticos, permitiendo las condiciones mínimas de la vida: multiplicación, heredabilidad y variabilidad. Actualmente todo ser considerado como vivo alberga códigos genéticos en forma de ADN, que auxiliados por el ARN[6], contienen la información básica para la reproducción celular.

Según De Duve, previo a la existencia del ARN, hubo una producción indiscriminada de trifosfatos mezclados en grupos diferentes que llegaron a contener las cuatro bases presentes en los códigos genéticos (A, G, C y U) ensamblados por distintos catalizadores, y formando así las primeras moléculas ARN por un proceso llamado mecanismo de selección molecular.[7] Estas moléculas se encargaron del flujo de información, que actualmente corresponde al ADN. Estas primeras moléculas son consideradas por el autor como el fundamento de los primitivos organismos celulares.

Por el principio de competencia y el principio evolutivo de la selección natural, las primitivas moléculas disputaban el material necesario para la síntesis de códigos. Estos procesos garantizaron la supervivencia de los mecanismos de ARN más eficientes en el proceso de producción de proteínas, garantizando también, la transmisión de los códigos genéticos esenciales para la vida.[8] De esta forma se gestaron los antecesores de los actuales organismos celulares, cuya garantía de supervivencia se funda en su capacidad de compartir e intercambiar materia, energía e información con el exterior.

La aparición de la membrana celular marcó un avance evolutivo. Mientras que las células pueden crecer y aumentar su tamaño, la membrana no lo hace, lo cual origina un proceso de división celular; las proto-células debieron ser capaces de dividirse desde el principio, con posibilidad de reproducir genes. Nuevamente mediante la selección natural y la competencia, las formas más débiles sucumbieron ante el éxito de las más desarrolladas.[9] Esta transferencia genética se da en dos grandes líneas o procesos: uno vertical, el otro horizontal. El proceso vertical implica el intercambio genético de una generación a otra. Por su parte, el proceso horizontal se da mediante la reproducción del ADN de una célula bacteriana a otra.[10]

Poco a poco, y con la especialización de las primitivas células se desarrollaron organismos primitivos capaces de realizar la fotosíntesis y formar así, a lo largo de millones de años, la actual atmosfera con presencia de oxígeno, así como la aparición de organismo eucariontes a partir de los procariontes (organismos compuestos por células sin núcleo definido que contenga ADN, a diferencia de los eucariontes).[11]

La ventaja de los organismos eucariontes radica en la posibilidad de complejización, capaces de desplazarse por el agua o fuera de ella, capturar y digerir alimentos. Éstos organismos permitieron la especificación y generaciones de organismos pluricelulares más complejos, hasta llegar a las actuales formas de vida:

En el espeso matorral de ramificaciones evolutivas que crecieron a partir de los primeros animales, se puede distinguir una línea a posteriori. Atraviesa primero una sucesión de esponjas, medusas, pólipos y gusanos marinos. Después dejando que estas formas primitivas se desplieguen lateralmente con todos los intervalos que surgieron de ellas, entre los que se encuentran los crustáceos, los insectos, los moluscos, los equinodermos y otros muchos, la línea conduce a los primeros vertebrados. Tras ello, y dejando a los peces en los mares, sale del agua con los primeros anfibios, sigue a algunos de ellos en su transformación en reptiles, y continúa su avance hasta los mamíferos primitivos, dejando que anfibios y reptiles, junto con las aves que surgieron de estos últimos, se diversifiquen por su cuenta. Entre los mamíferos, la línea llega a los primates y continúa su recorrido, a través de los grandes simios antropoides, hasta una especie cercana a los chimpancés actuales.[12]

Respecto a los organismos vegetales, todo empezó hace aproximadamente mil millones de años, con la asociación de algunas algas verdes unicelulares que dieron origen a las primeras algas marinas, diversificándose posteriormente en numerosas especies que se encuentran en la vegetación acuática actual. De las algas surgieron los musgos primitivos, y con ello las primeras plantas, así se comenzó a poblar la tierra. Se perfeccionó un sistema vascular dual que transportaba líquidos de las raíces a las hojas y viceversa:

Con la aparición de la lignina, una sustancia particularmente resistente, nacieron las primeras plantas arborescentes, que acabaron produciendo los frondosos bosques de marismas y pantanos del Carbonífero […]. Antepasados, entre otros, de los helechos actuales, muchos de estos organismos cayeron víctimas del frío y la sequía durante la gran crisis del Pérmico que diezmó a un gran número de especies vivas. Los helechos dieron paso a las gimnospermas, de las que las coníferas son los principales representantes actuales, que resisten mejor los rigores climáticos. Después vinieron las angiospermas, o plantas con flores, que ahora dominan la escena.[13]

Dentro de estos grandes procesos se encuentra el de los seres humanos. Dada la complejidad de éste, será tratado en otro apartado.



[1] Alcázar Godoy, J. El origen del hombre, Ediciones Palabra, Madrid 1986, p. 29. «parece que el Big Bang se produjo entre 11 000-12 000 a 20 000 millones de años atrás  […] recientemente la NASA ha presentado la estima de de 13 700 millones de años» Mester, Francesc, Arenas, Concepción, «La percepción del tiempo evolutivo» en Ludus Vitalis, vol. XIII, núm. 24 (2005), 17.

[2] Según Mester y Arenas «nuestro planeta se formó aproximadamente entre unos 4 500 y 4 800 millones de años atrás […] en general se acepta que la vida en nuestro planeta apareció entre 3 500 y 4 000 millones de años atrás» op. cit., p. 18.

Artigas, Mariano, Ciencia, razón y fe, EUNSA, Navarra 2004.

[3] Cfr. Alcázar Godoy, J. Op. cit., p. 30.

[4] Esta tesis se fundamenta en los estudios de secuencias moleculares con bacterias adaptadas en géiseres volcánicos y chimeneas hidrotermales en los fondos oceánicos. Cfr. De Duve, Cristian, la vida en evolución, Crítica, Barcelona 2004, pp. 69, 71, 137-138.

[5] Lazcano, Antonio, Araujo, El origen de la vida, Trillas, México 19893, 11ª reimp., p. 51.

[6] El ARN es una molécula que dirige las etapas intermedias en la síntesis proteica, ésta transfiere la información necesaria para la vida, y en general tiene dos funciones: transmitir información y servir de catalizador en distintas reacciones.

[7] Cfr. De Duve, Cristian, la vida en evolución, Crítica, Barcelona 2004, pp. 99s.

[8] Cfr. Ibid, p. 111.

[9] Cfr. Ibid, pp. 139-141.

[10] Según De Duve, en el caso de organismos superiores, cada paso evolutivo lateral implica un cambio genético en una célula germinal que se verá envuelta en la generación de un óvulo fecundado. Si el nuevo organismo produce descendencia, surge una nueva rama en el árbol de la vida (línea horizontal), ampliando la biodiversidad. Los pasos verticales perfeccionarían a los organismos, produciendo especies más eficaces, competentes y mejor adaptadas. Estos cambios se generan a nivel de los nucleótidos presentes en las cadenas de ADN. Ibid, pp. 259-262.

[11] Cfr. Ibid, p. 204.

[12] Cfr. Ibid, p. 246.

[13] Cfr. Ibid, p. 232-233.